Imagínese un bonito y brillante cubo en cuyo interior pudiera almacenar todos y cada uno de sus recuerdos y sumergirse en ellos cuando le apeteciera. Fantástico, ¿verdad? Solo habría un pequeño problema: también los demás podrían acceder a sus memorias y, en última instancia, a su yo más profundo, a su esencia, a su inconsciente. Al fin y al cabo, ¿no somos la suma de nuestros recuerdos? "El recuerdo es el diario que todos cargamos con nosotros", en palabras de Oscar Wilde.

Sin duda, el poder vagar por los recuerdos propios y por los extraños vericuetos de las mentes ajenas conlleva ciertas ventajas: permite resolver decenas de miles de crímenes, erradica casi totalmente la pornografía infantil, reduce los casos de Alzheimer y de demencia senil y ayuda a averiguar el paradero de multitud de personas desaparecidas. Pero  también hay quienes se resisten a almacenar sus recuerdos y a compartirlos con los demás, personas que todavía sienten un extraño apego por su intimidad y que consideran sus memorias como algo estrictamente privado, personas que quieren seguir teniendo secretos. Llega incluso a surgir la posibilidad de ayudar tanto a quienes desean preservar sus memorias en su cerebro y solo para ellos mismos como para echar una mano a quienes en algún momento aceptaron descargar sus recuerdos en la nube y ahora quieren dar marcha atrás.

(Irene Hernández)


Yo no sé si me gustaría tener una tecnología o un artilugio para almacenar todos los recuerdos y todas las vivencias. Porque serían los buenos pero también los malos. La mente humana es selectiva y de manera insconsciente arrincona lo desagradable, aquello que nos ha hecho sufrir y se queda con los buenos momentos. Es una especie de supervivencia. Además para los recuerdos siempre tenemos la posibilidad de recurrir a nuestras fotos de antaño que nos trasladan al momento especial en que las hicimos y nos hace evocar todo lo que las rodea.

Pero lo que no me gustaría en absoluto es tener acceso a los recuerdos de los demás, y menos que lo tuvieran los demás a los míos. Es lo más íntimo que tenemos y lo compartimos sólo con aquellas personas que deseamos. Reconozco que sería muy valioso para resolver problemas y crímenes del pasado, encontrar a gente desaparecida, pero siempre habría otra posibilidad de hacerlo y no desnudar la intimidad de quien no quiere hacerlo. Demasiado la tenemos ya expuesta en las RRSS y en internet. Por el teléfono y las cámaras en la calle saben perfectamente donde estamos en cada momento. Yo os comento voluntariamente que esta preciosa fuente, que aúna piedra, agua y vegetación estaba en un parque de Guadalajara. Y ya está.

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